...Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran; mientras responda el labio suspirando al labio que suspira; mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas; mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía! Gustavo Adolfo Bécquer
Quisiera poder tatuar
en tus labios con un beso,
la más hermosa sonrisa
y en mis ojos, su recuerdo;
para que nunca se borre
por mucho que pase el tiempo.
Dibujar con mil caricias
un corazón en tu cuerpo
y hacerlo latir tan fuerte
con el calor de mi pecho
que no pueda detenerse,
ni siquiera, estando lejos.
Quisiera esconder mis manos
en las ondas de tu pelo
y dejarlas escapar,
como el agua, entre mis dedos;
agarrarme a tu cintura
para bajarte hasta el suelo
y tornar en realidades
aquello que son tus sueños.
Vivimos en un mundo de burdas realidades,
hundidos en el barro de las banalidades
que opacan nuestros ojos con tantas necedades
que no vemos más lejos de esas, nuestras verdades.
Aquellos que soñamos con un mundo distinto,
donde la fantasía no sea un laberinto
en el que se extravía / un verbo variopinto
cuyo significado, muchos creen extinto;
sino que sea el sitio donde confluyan cuentos
de preciosas princesas e infantes somnolientos
con las olas del mar y el brío de los vientos,
con la voz de los Hombres y de sus sentimientos,
forjamos cada noche sus calles y caminos
y de día construimos, sus lagos cristalinos
a los pies de un castillo cercado por molinos;
evadiéndonos todos, de suertes y destinos.
A ti que imaginaste, por un solo segundo,
ser preciosa princesa en un mágico mundo
te regalo mis sueños y mi sentir profundo...
Y la onírica vida de un pobre vagabundo.
Tras una noche plena de pasiones,
donde tu tibio cuerpo se fundía
en el ardiente sol del alma mía;
el alba, presta, cierra sus telones.
Si al despertar me marcho, no te asombres;
en el vaho que deja la mañana
en el frío cristal de la ventana
dibujé un corazón con nuestros nombres.
Será que nunca estuve al otro lado,
más que en tus dulces sueños, niña hermosa,
o fueron en los míos, sin gran cosa;
pues ni en ellos te tuve a mi costado.
O que está prohibido enamorarse
de quien no acierta a ver en la almohada,
la rosa que la espera perfumada
en mi corazón, antes de secarse.
Será que debo ser un pobre necio
por intentar comprar todos tus sueños
con poco más que amor y mis empeños,
sin pensar que soñar no tiene precio.
Como los pájaros libres, que briosos surcan el viento, volaremos de la mano entre las nubes del cielo. Navegaremos subidos en un barquito velero, por un mar de fantasía desde tu puerto a mi puerto. De un gran castillo de naipes tú y yo seremos los dueños, donde ondee una bandera con nuestro escudo en el centro. Al filo de un precipicio escucharemos el eco de dos voces que se gritan al unísono: "Te quiero". Y bailaremos descalzos a los pies de los almendros bajo la luz de la luna un romántico bolero; para acabar, finalmente, entrelazando los cuerpos sobre pétalos de rosa y las sábanas del lecho, donde tu piel y la mía serán pasto del deseo... Antes de que tú despiertes convirtiéndome en silencio y todo cuanto vivimos se pierda de tu recuerdo, súbete, niña bonita, al carrusel de mis sueños... Soñar no cuesta dinero.
Quisiera ser marinero
y navegar en tus ojos,
después de echar sus cerrojos,
con mi barquito velero.
Surcar tu sueño postrero
y zozobrar en su sino.
No quiero mar cristalino
en el que anclar mi navío,
más que en el tuyo, amor mío,
forjando un solo destino.
Osé regalarte la luna evocada
por regios poetas, volando hasta ella...
y quise ofrecerte la luz de una estrella
brillante y hermosa, del cielo robada...
Fallé en el intento, mi rosa soñada;
tan sólo te traigo el simple latido
de un vil corazón, a fuego esculpido,
latente en mi mano de sangre manchada.
Observando tu cuerpo
con el tierno mirar enamorado,
que desprenden mis ojos,
descubrí en tus sonrojos
un sencillo terceto encadenado.
La belleza sin par de tu sonrisa
solivianta el ardor de mi deseos
como un regio soneto declamado
con tu voz rumorosa.
Con la tímida brisa,
que moldea tu pelo,
se componen los versos de un romance
que relata el anhelo
de una cándida rosa
y un iluso poeta.
Al compás de una copla manriqueña
se detienen las horas; mi mirada
en tus cálidos senos,
desnudando mis ansias lujuriosas.
La pasión de una décima espinela
adereza con tino tu cintura,
paraíso desnudo de mis manos,
placentero vergel de mi locura.
Redondillas y liras
enarbolan, a golpe de caderas,
el sensual caminar que me enloquece.
Tu silueta merece
los sencillos arpegios de esta silva,
que pretende elogiar su lozanía;
pues tu lírico cuerpo, bella musa,
por sí solo, es... poesía.
No despiertes aún, mi niña bella;
en el cielo reluce, todavía,
como el albor de la mirada mía
al mirarte, la más hermosa estrella.
Nos invita a emplear la fantasía
para poder llegar hasta su lado;
agárrate a mi mano con cuidado,
volaremos con alas de utopía.
Surcaremos el viento, susurrado
por un redil de nubes blanquecinas
que dibujan figuras anodinas
en el ancho tapiz embovedado.
Te llevaré a un lugar que no imaginas,
donde podrás danzar con querubines
que juegan sin cesar con los defines
en tropicales aguas cristalinas.
Colocaré una tiara de jazmines
en tu pelo, mi linda mariposa;
a tus pies, blancos pétalos de rosa
que nos lleven al fin de los confines.
Allá donde la magia rumorosa
del poder de la mente, cada noche
nos funda sin lamento, ni reproche
en un alarde de pasión piadosa.
Donde mi corazón te desabroche
los botones del alma con empeño,
y perfile en tus labios un risueño
gesto, preciosa flor de medianoche.
Te llevaré a un lugar donde no hay dueño,
más que el amor que te profeso, vida,...
No despiertes aún, sigue dormida;
no quiero que te vayas de mi sueño.
Cuando el amor se siente en las entrañas como un ardiente fuego que te quema y declaman tus ojos un poema tan meloso que aturde la razón, no intentes engañarte, compañero, y sigue la señal de tu latido sin negar que al amor has sucumbido. No se puede mentir al corazón.
Si al mirar hacia un cielo enladrillado
en la cabeza me cayó un ladrillo
cuando intentaba desenladrillarlo,
¿crees que al ver un cielo emborregado,
acaso, me caerá encima un borrego
cuando procure desemborregarlo?
Dado tal hecho, esperaré que el cielo
pueda vislumbrarse encorazonado
para que se desplome allá en mi pecho
al pretender desencorazonarlo,
un corazón cabal que reemplace
al iluso, que un día me robaste.
Ayer estuvo bajo aquel almendro un joven desgarbado de ojos verdes, llevaba en los bolsillos unos versos escritos en papel y una navaja - decía el ulular del tibio viento a un pájaro pequeño, un ruiseñor varado en las ramitas de un enebro que duerme en el rellano del camino -. Sentado en una roca miró al cielo, buscaba una señal que apaciguara los nervios que llevaba en sus adentros; pasaban los minutos y las horas, las dudas consumía sus anhelos y nadie puso fin a su vigilia. Espera que te espera pasó el tiempo, la chica que aguardaba no llegaba; los versos del papel se diluyeron con lágrimas de amor atribulado vertidas por sus ojos macilentos - contaba con tristeza el viento tibio. Al ver que no vendría ya a su encuentro sacó de su bolsillo la navaja, la luna iluminó con su reflejo la fría hoja de acero, que sus manos portaban en aquel mismo momento; las dudas enturbiaban su cordura, al punto que pensó dañar su cuerpo y así dejar al fin de padecer - narraba el ulular del tibio viento al bello ruiseñor, de dulce canto -. Por suerte desistió de tal entuerto y quiso perpetuar su amor herido tallando en la corteza del almendro los versos que dictó su corazón. A punta de navaja, fue escribiendo aquello que te cuento entre susurros - decía suavemente el tibio viento al pájaro cantor que lo escuchaba -. "Aquí bajo el almendro, mi amor dejo con estas simples letras, niña bella, compuestas con latidos incompletos que llenan de vacío mis entrañas. Mis lágrimas borraron esos versos que quise yo leerte entre las flores; en cambio, dejarán este silencio y el frío de tu ausencia en mi memoria". - gemía amargamente el jovenzuelo al tiempo que grababa su poema -. "Quería declararte amor eterno y eterno será el hueco que dejaste en este corazón con tu desprecio, que cierra aquí sus puertas, para siempre".
Cuando la espesa negrura quiera cerrarme los ojos, lucharé contra mi suerte para no dejar de verte; le haré frente con arrojos para seguir mi andadura.
Quiere apagarme los ojos para que nunca despierte, resignado a la ventura de vivir en la espesura donde empezaré a perderte al golpe de los cerrojos.
Mas no podrá la vil muerte arrebatarme tu hechura, quedó grabada en mis ojos antes de echar sus cerrojos; será eterna tu figura en esa mirada inerte.
Llegada esta coyuntura, aun cegados ya mis ojos, no dejaré de quererte.
Es la suerte de mi nombre haber sido pronunciado en los labios de la dama que de amor me está matando. En su voz, sus cuatro letras suenan a plácido canto, a delicada poesía, a suaves notas de piano que acarician con ternura mi corazón alocado. Es el piropo más lindo que alguna vez me lanzaron; pues no hay palabra en el mundo que suene con más encanto, que el nombre de cualquier hombre con afecto declamado por la cándida mujer que lo tiene enamorado. Es la suerte de mi nombre, un simple Javi en sus labios, haber sido por instantes: voz, melodía y halago.
¿Acaso, necesito los sentidos para poder amarte intensamente? ¿Es que no aman los ciegos, aun sin vista; que ni siquiera pueden ver el brillo de los cándidos ojos de su amada? ¿O los sordos, que pierden el oído y no llegan a oír la voz cadente de la persona que gritó "te quiero"? ¿No aman quienes carecen del olfato, aunque nunca consigan disfrutar del embriagante aroma de la rosa? ¿O aquellos que no logran degustar el sabor de los besos recibidos? ¿Tampoco aman los mancos, aun sin manos que puedan percibir la piel amada o el más acogedor y tierno abrazo? ¿Acaso, necesito los sentidos para poder amarte intensamente: si alcanza a ver el ciego, con los ojos del alma, los luceros de su dama; si puede oír el sordo, los latidos del amor que refulgen en su pecho; si huelen quienes perdieron el olfato, con la nariz del alma, la fragancia que endulza el sugerente cuello amado; si logra degustar los suaves besos, con la boca del alma, la persona que carece del gusto - por desgracia-; si siente la caricia enamorada el que perdió sus manos, abrazando con todo el corazón y con el alma? ¿Acaso, necesito los sentidos para poder amarte intensamente, si en mi pecho se agolpan los latidos de un brioso corazón entusiasmado, velado en mis entrañas febrilmente por un alma entregada y cariñosa? No necesito los sentidos, niña, para poder amarte intensamente.
¿Por qué cuando buscamos en el cielo figuras algodonadas? Donde todos ven nubes con forma de animales, de barcos, de flores o de edificios... yo sólo veo su cándida carita enamorada esbozando la mejor de sus sonrisas. ¿Acaso me dejaron ciego a la realidad los rayos de sol, que hasta en ellos puedo ver llegar hasta mis ojos la luz de su mirada? ¿Por qué veo mariposas juguetonas danzando al son del viento, junto a su pelo; en vez de ver nerviosas cometas de colores que vuelan incesantes, desafiando a las nubes? Dime, ¿lo sabes tú?
Quizá no debí fijarme en esa coqueta rosa, delicada y olorosa; ni siquiera enamorarme... Habría evitado darme golpazos en las esquinas y el dolor de sus espinas que el amor osó clavarme.
Cómo dejar de mirarla, si ella es la más tierna rosa; para mí, la más hermosa. Y cómo dejar de amarla, si yo por acariciarla hasta daría la vida. Aunque se abra más la herida, jamás dejaré de amarla.
Es cierto que las flores son hermosas: los lirios, las orquídeas y las rosas...
De colores las tiñe la mañana con rayitos de sol y suave brisa: blanco, rojo, violeta o incluso grana.
Mas podría afirmar con fiel certeza que debe a la mujer enamorada, que en sus pétalos deja su mirada, la legitimidad de su belleza.
El brillo de sus ojos, su dulzura; la luz de sus sonrisas, su ternura, impregnan de candor las regias flores que llenan nuestras vida de frescura y nuestros horizontes de colores.
¿Qué sería del hombre, sin mujeres que colmen de belleza sus retinas, dado este mundo falto de placeres y rico en corazones con espinas? ¿Y del loco poeta, sin las flores que engalanen sus versos soñadores?
No dejes de mirar la luna clara
a pesar de tener los ojos llenos
de lágrimas amargas, de tristeza;
pues en la inmensidad del firmamento,
la luna me devuelve tu mirar
como un hermoso y cálido destello.
No dejes de mirar la bella luna,
aunque la oscuridad empañe el cielo
anegando de pena tus ojitos,
apagando la llama de tu pecho;
pues no habrá lobreguez tan virulenta
que deje sin su brillo, tus luceros.
No dejes de mirar la luna, niña,
aunque no te devuelva mi reflejo;
no será por dejar de contemplarla,
si bien, por verla, muero en el empeño
buscando tu mirada en su blancura.
Es pues que por mirarla... quedé ciego.
Ocho son las lindas rosas
del rosal de Andalucía,
únicas en gallardía
no hay como ellas más hermosas.
Ocho rosas de alegría
en versos rememoradas
por las plumas consagradas
de poetas de valía.
Huelva de playas doradas,
donosa Cádiz, tacita
de plata; Málaga cita
a las tardes soleadas.
Granada, cuento de hadas;
mediterránea orilla
de Almería la sencilla,
Jaén de verde aceituna;
Córdoba, reina moruna,
y la preciosa Sevilla.
Muchas gracias, amiga, por acordarte de mí. Abrazos.
"La mano que regala una rosa, también queda perfumada." Anónimo
"La rosa por ser bella tiene sus espinas; tú por ser como ella, enojas y lastimas." Anónimo
"La vida es como una rosa; el que tenga espinas, no quita su belleza." Anónimo
"Mi amistad por ti terminará cuando un pintor sordo logre dibujar el sonido de un pétalo de rosa que cae sobre un pavimento de cristal." Anónimo
"Una rosa es un te quiero; pero si es roja es un te amo." Anónimo
"Si eres tú misma el rosal y las rosas, la noche de mi verso y sus estrellas, ¿a quién dedicaré este breve cielo, este arbusto, esta fuente, este desvelo?". Gerardo Diego
"Vuélvete rosa desnuda al carmen rosa del cielo. La forma de mi desvelo frente a tu sonrisa duda." Sara de Ibáñez
"Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando". Rabindranath Tagore