
OTOÑO
Se desprenden los árboles del parque
de sus penas, marchitas por el tiempo,
entregando sus ramas al desnudo
a los gélidos brazos del otoño.
Una lluvia de lágrimas doradas,
arreciadas con fuerza por el viento,
anega los alcorques y los bancos
y viste de nostalgia las aceras.
Las huellas estivales, que los niños
dejaron jubilosos en el suelo,
se quedan olvidadas al antojo
de nubes con llorera contenida.
A través de una cómplice ventana,
desparramando pétalos de versos,
palidecen los ojos del poeta
que prendió del otoño su tristeza.
Datrebil
Se desprenden los árboles del parque
de sus penas, marchitas por el tiempo,
entregando sus ramas al desnudo
a los gélidos brazos del otoño.
Una lluvia de lágrimas doradas,
arreciadas con fuerza por el viento,
anega los alcorques y los bancos
y viste de nostalgia las aceras.
Las huellas estivales, que los niños
dejaron jubilosos en el suelo,
se quedan olvidadas al antojo
de nubes con llorera contenida.
A través de una cómplice ventana,
desparramando pétalos de versos,
palidecen los ojos del poeta
que prendió del otoño su tristeza.
Datrebil