
BAJO EL ALMENDRO
Ayer estuvo bajo aquel almendro
un joven desgarbado de ojos verdes,
llevaba en los bolsillos unos versos
escritos en papel y una navaja
- decía el ulular del tibio viento
a un pájaro pequeño, un ruiseñor
varado en las ramitas de un enebro
que duerme en el rellano del camino -.
Sentado en una roca miró al cielo,
buscaba una señal que apaciguara
los nervios que llevaba en sus adentros;
pasaban los minutos y las horas,
las dudas consumía sus anhelos
y nadie puso fin a su vigilia.
Espera que te espera pasó el tiempo,
la chica que aguardaba no llegaba;
los versos del papel se diluyeron
con lágrimas de amor atribulado
vertidas por sus ojos macilentos
- contaba con tristeza el viento tibio.
Al ver que no vendría ya a su encuentro
sacó de su bolsillo la navaja,
la luna iluminó con su reflejo
la fría hoja de acero, que sus manos
portaban en aquel mismo momento;
las dudas enturbiaban su cordura,
al punto que pensó dañar su cuerpo
y así dejar al fin de padecer
- narraba el ulular del tibio viento
al bello ruiseñor, de dulce canto -.
Por suerte desistió de tal entuerto
y quiso perpetuar su amor herido
tallando en la corteza del almendro
los versos que dictó su corazón.
A punta de navaja, fue escribiendo
aquello que te cuento entre susurros
- decía suavemente el tibio viento
al pájaro cantor que lo escuchaba -.
"Aquí bajo el almendro, mi amor dejo
con estas simples letras, niña bella,
compuestas con latidos incompletos
que llenan de vacío mis entrañas.
Mis lágrimas borraron esos versos
que quise yo leerte entre las flores;
en cambio, dejarán este silencio
y el frío de tu ausencia en mi memoria".
- gemía amargamente el jovenzuelo
al tiempo que grababa su poema -.
"Quería declararte amor eterno
y eterno será el hueco que dejaste
en este corazón con tu desprecio,
que cierra aquí sus puertas, para siempre".
Datrebil
Ayer estuvo bajo aquel almendro
un joven desgarbado de ojos verdes,
llevaba en los bolsillos unos versos
escritos en papel y una navaja
- decía el ulular del tibio viento
a un pájaro pequeño, un ruiseñor
varado en las ramitas de un enebro
que duerme en el rellano del camino -.
Sentado en una roca miró al cielo,
buscaba una señal que apaciguara
los nervios que llevaba en sus adentros;
pasaban los minutos y las horas,
las dudas consumía sus anhelos
y nadie puso fin a su vigilia.
Espera que te espera pasó el tiempo,
la chica que aguardaba no llegaba;
los versos del papel se diluyeron
con lágrimas de amor atribulado
vertidas por sus ojos macilentos
- contaba con tristeza el viento tibio.
Al ver que no vendría ya a su encuentro
sacó de su bolsillo la navaja,
la luna iluminó con su reflejo
la fría hoja de acero, que sus manos
portaban en aquel mismo momento;
las dudas enturbiaban su cordura,
al punto que pensó dañar su cuerpo
y así dejar al fin de padecer
- narraba el ulular del tibio viento
al bello ruiseñor, de dulce canto -.
Por suerte desistió de tal entuerto
y quiso perpetuar su amor herido
tallando en la corteza del almendro
los versos que dictó su corazón.
A punta de navaja, fue escribiendo
aquello que te cuento entre susurros
- decía suavemente el tibio viento
al pájaro cantor que lo escuchaba -.
"Aquí bajo el almendro, mi amor dejo
con estas simples letras, niña bella,
compuestas con latidos incompletos
que llenan de vacío mis entrañas.
Mis lágrimas borraron esos versos
que quise yo leerte entre las flores;
en cambio, dejarán este silencio
y el frío de tu ausencia en mi memoria".
- gemía amargamente el jovenzuelo
al tiempo que grababa su poema -.
"Quería declararte amor eterno
y eterno será el hueco que dejaste
en este corazón con tu desprecio,
que cierra aquí sus puertas, para siempre".
Datrebil